Última publicación de Manuel Morata «Cómo renacer a los 50»

Primeras nociones del libro escrito por Manuel Morata.

Este simple escrito va dedicado a aquellas personas que durante años, de manera consciente o inconsciente, han buscado la vida como ideal de una felicidad prometida y que a causa de eventos, situaciones y elecciones propias, no habiendo sido posible, han conservado siempre la eventual esperanza de gozar un día de una existencia plena.
Un número, 50, y una palabra, renacer, tratan de ser la base de cambios y transformaciones que deben conducir a la expresión más humana de la existencia y como consecuencia a la percepción de un extraordinario bienestar.

El número 50
El número 50, aunque representativo es más simbólico que real. Representativo porque a los 50 años un individuo generalmente ya ha vivido y afrontado toda clase de experiencias. Ha pasado por las distintas edades o periodos críticos y no críticos, ha sido educado culturalmente, se ha formado como persona y profesional, ha constituido una familia aportando a sus descendientes los elementos necesarios en función de sus posibilidades y ahora cuando todo ello parece haberse realizado y empieza a estar libre de los compromisos adquiridos, se da cuenta que lo ha vivido tan superficialmente, que habiendo contribuido y desarrollado parte de las cualidades y valores que le fueron inculcados, no es feliz. Y es entonces cuando puede surgir la pregunta:
¿Qué hacer a partir de ahora? No conformarse con los éxitos y fracasos anteriores de una vida superficial y poco percibida, y tratar de encontrar un estado de conciencia que le permita elevarse a su status de ser humano, vivir como tal y disfrutar de una merecida recompensa.
Esta pregunta se plantea alrededor de los 50, número simbólico por lo que conlleva ya, años y experiencias habidas. No obstante, cualquier edad en la que el individuo se vea enfrentado a una situación de cambio real y decida adoptarla como medio de transformación interna, de íntegro desafío y camino espiritual, sea a los 40, a los 50, o a los 60, o a cualquier edad, será considerada como conveniente y esperanzadora.

Renacer a la vida
Tengamos presente esta nueva visión a la edad que ocurra, como un renacer a la vida y una progresión sin cese hacia la felicidad. El renacer a la vida debe entenderse como una oportunidad donde, sin tensiones anteriores y tras un profundo cambio de hábitos y costumbres, poder dibujar un nuevo camino de esperanza, fe en sí mismo y puesta en práctica de elementos que alienten el cuerpo, la mente y el espíritu. Conjunto de prácticas renovadas que devuelvan al cuerpo físico su salud, caso de estar deteriorada, y que al cuerpo mental le permita recobrar y desarrollar facultades que se han visto disminuidas por el exceso de presiones, dudas y conflictos pasados, y por encima de todo, aprender y ampliar el sentimiento, función del espíritu, unas veces olvidada y muchas más reprimidas, para que nos aproxime al amor verdadero sin el cual no hay felicidad posible.

El trabajo consigo mismo
Para preparar bien este resurgimiento deben tenerse en cuenta los distintos cuerpos o componentes del individuo para así trabajarlos en consonancia y siempre como una estructura. Se trata de integrar una formación equilibrada de la mente y del espíritu y consecuencia de ello, una salud natural del cuerpo. Entender y estar dispuestos a emprender a desarrollar estos aspectos, supondrá un inestimable comienzo.
Aunque la interrelación entre cuerpo, mente y espíritu es evidente y todo trabajo efectivo debe enfocarse desde la unidad de estos elementos, enumeremos los diversos procedimientos aplicados, para una mejor comprensión de la idea básica de integración. Estos son: técnicas de relajación, de respiración, de purificación orgánica y mental, de concentración y meditación, de visualización, de actitudes positivas, tratamientos de medicina natural: dietas, ayunos, baños, saunas, arcillas, masajes, paseos terapéuticos y otros tratamientos alternativos.
En definitiva, el trabajo consigo mismo descrito anteriormente y la relación con el entorno, donde se harán visibles nuestros progresos, ambos, desde una óptica diferente a la ya vivida, van a ser esenciales para conseguir el objetivo deseado.

Relación con el entorno
Por lo que respecta a la relación con el entorno, consideraremos como entorno todo aquello que, vibrando a diferentes niveles, forma parte de la expresión manifiesta de la Vida. Desde el ser humano aparentemente completo y con una conciencia desarrollada, hasta el reino mineral de conciencia burda y amorfa, pasando por el vegetal de conciencia más grupal, hasta el reino animal, de conciencia ya individualizada pero instintiva y por lo tanto reactiva.
De una manera más práctica, podría decirse que el entorno o medio en el que nos situamos para evolucionar lo forman: individuos, familia, amigos, educadores; animales con los que nos comprometemos a cuidar y proteger; plantas, árboles, que necesitamos para subsistir y que por lo tanto debemos custodiar y preservar; valles, montañas, ríos y mares que forman parte de paisajes que la naturaleza dibuja y nos ofrece; países, continentes, estrellas, planetas, galaxias, mundos desconocidos…etc.
Todo ello forma parte de lo que hemos considerado como entorno con relación al individuo y que junto a él representa la gran manifestación de la Vida, expresión de un latido universal que en su diversidad ejerce una atracción tal, que nos recuerda constantemente que somos unidad. Los textos denominan a dicha atracción Amor, “atracción del todo por el todo y de todas la cosas entre sí”, único sentimiento que permeabiliza y es nexo esencial entre lo manifestado.
Para posibilitar una relación armónica del individuo con sus semejantes serán cualidades necesarias: la comprensión, la liberación de la agresividad, de la culpabilidad, de la tristeza, del miedo, de los celos, el discernimiento, el desapego, la ternura o abandono de toda búsqueda egoísta, la moderación y el desprendimiento de toda autovaloración. Y por otro lado, el respeto y conocimiento del medio ambiente ayudará al ser humano a reverenciar y embellecer las demás estructuras portadoras de vida y aquellas otras que manifiestan la grandeza expansiva del universo.

Un propósito
Este propósito de resurgir, de dar fe de una vida que se renueva, da una oportunidad única que acerca a la felicidad y no precisamente de una existencia que agobia y se va consumiendo inexorablemente como si fuese ley de vida acabar así. Este propósito, consecuencia de una llamada o inquietud sutil, requiere mutaciones y metamorfosis a todos los niveles. No solo en el ámbito de la salud física, lo que ya es un logro, sino simultáneamente en el campo mental y espiritual: comportamiento, actitudes, apertura y entrega, disponibilidad y renuncia, voluntad y humildad, sensibilidad, constante presencia y sobre todo la expresión de un amor sin condiciones que bendiga nuestra existencia. La inmensa energía que mueve estas cualidades está prácticamente sin utilizar y debe ser estimulada y transformada en expresión de vida, recuperando una gran parte de lo que nos hace acreedores y merecedores a ella.

La evolución en el proceso
Todo lo expuesto para la evolución del individuo lleva consigo la aplicación de un método, procedimiento que bien aplicado genere los cambios posibles y necesarios para producir los efectos que permitan fluir con la vida y sentirse parte de ella. Este sentir o alegría que desborda y que procede directamente del alma, colma de dicha y confirma en mayor o menor medida los frutos del camino adoptado o enseñanza aplicada.
“El hombre llega a la tierra mitad hecho y mitad sin hacer, y a él le corresponde la tarea de completar el 50% sin hacer”. Es su misión en la vida y “el único pecado del que se le puede pedir cuentas es no haber sido feliz”. Ahora, cuando parte de ella se ha consumido en diversas experiencias, compromisos necesarios e ineludibles, triunfos y fracasos, se nos recuerda que la libertad es parte inherente en cada uno y por esa libertad, con un corazón abierto hacia los demás, con una esperanza de amor, comienza una nueva etapa, una labor que debemos afrontar con tal éxito que nuestros sentimientos fluyan hacia una creciente felicidad.
¿Cuántas veces durante la etapa ya pasada hemos deseado cambiar, estar de acorde con nuestra conciencia y no lo hemos conseguido?
Quizá nuestra energía estaba en muchos frentes a la vez y sólo ha sido un simple deseo, sin voluntad o sin posibilidades de acción, como una inquietud que desde el interior te invita pero no llegas a aceptar momentáneamente, aunque mantienes la incierta esperanza de que en un futuro si lo harás. Y esas inquietudes espirituales que aparecen en el transcurso de la vida como una llamada, como un camino a seguir, pueden ahora hacerse realidad. No importa si a los 40, a los 50 o a los 55 años despierta el momento, a ese despertar nos referimos. Es el instante esperado. Cuando parecía que ya íbamos a entrar en una época de descanso aparente, de descanso estéril, resulta que ahora comienza el verdadero trabajo, el de una evolución que antes no supe ni pude ver pero que esperaba inconscientemente, y hoy en día renace con fuerza.

Qué gran alegría.
Hay que recuperar todo aquello que miedos, tensiones y preocupaciones fueron mermando mi cuerpo y mi mente, hay que volver a despertar la sensibilidad que por no poder mostrar me impidió ofrecer el amor que sentía, y empezar a vivir en completa libertad, libertad que nunca tuve.
Admitiendo esta posibilidad que se me brinda y aceptándola como una forma de cambio y mejoras personal y espiritual, inauguro un nuevo nacimiento hacia la felicidad.
Y aquí comienza todo el proceso, a todos los niveles, que la persona implicada deberá realizar.
Si la persona se lo propone y es formal con los consejos propuestos, recibirá pronto los beneficiosos efectos, consecuencia de los cambios realizados. A su vez, estos efectos recibidos animarán y harán crecer la voluntad, la confianza y la autoestima, motores principales del cambio.

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